¿Cómo y cuándo empezaste a interesarte por la
escritura?
Desde niño, me han fascinado las palabras, que nos
permiten sentirnos casi dueños de las cosas. Nombras a un manzano o al cielo y
eso parece que nos calma de la sorpresa de que estén ahí, inmutables. Imagínate
un mundo donde no existieran las palabras esperanza o Dios... Manejar un idioma
es un regalo de la vida y además nos une a muchas personas, incluso del pasado.
El lenguaje es un misterio y a la vez está a la vista. Para mí es un prodigio.
Escribo como tributo a algo que amo.
Y concretamente ¿qué es lo que te motiva a
escribir o qué buscas en esta actividad?
Al principio, creo que como todos, quería imitar
lo que leía, saber si era capaz de hacer cosas parecidas a los autores que
admiraba. Ahora pretendo saber más de mí mismo o, para decirlo de otra manera,
busco mi propia originalidad. Creo que los temas ya están todos inventados, lo
que aporta cada escritor es su acento personal.
Con tu primera novela La más bella amante
quedaste finalista del Premio Guadalquivir. Háblanos un poco de ella.
Fue un cúmulo de vicisitudes escribirla, no me
creía capaz de mantener el ánimo los meses que duró la prueba, pero al lograrlo
me sentí novelista por primera vez en mi vida. Y tuve que recomponerla dos
veces hasta dejarla como quería, pero funcionó. La novela resultó finalista del
premio Guadalquivir y asistí a una cena en el restaurante Abades Triana, en la
orilla frontera a la Torre del Oro, donde se dio el premio. Allí me
hice amigo de Emilio Losada, que había ganado el año anterior con La
Quintaesencia Suave, una novela estupenda.
La acción de La más bella amante transcurre en Sevilla
y Marbella. Y tiene unos personajes muy atrayentes, si me permites dar una
opinión totalmente interesada.
Tu tercera novela es La cabeza de Diana, ¿qué
encontrará el lector en ella?
Una aventura personal, una búsqueda del pasado y
una relación romántica… Bueno, y también la guerra.
¿A qué tipo de lectores crees que va
dirigida?
Siempre que me pongo a escribir lo hago con
curiosidad de saber qué voy a encontrarme. Cada vez es más apasionante. Por eso
supongo que mis mejores lectores son los que buscan emoción, novedades. La
literatura es un placer, por eso quiero darle al lector todos los motivos de
disfrute. Que el argumento lo mantenga sin aliento, que los personajes le
atraigan y que cualquier pasaje le permita hallar motivos de solaz o de
reflexión.
¿Cómo surgió la idea de escribir La cabeza de
Diana y cómo fue el proceso hasta terminarla?
Iba a ser una historia de amor, de retorno al
pasado, pero había un componente emocional muy profundo, de modo que lo camuflé
bajo la coartada de la guerra. Hice una trama lo más intrigante posible para
ocultar los sentimientos de los protagonistas, que laten bajo la superficie de
la historia. Como decía Oscar Wilde, dale a un hombre una máscara y te
dirá la verdad.
Fueron dos años de trabajo, básicamente los
sábados y los domingos. Pero te aseguro que conforme la trama avanzaba, tenía
más ganas de que llegara el fin de semana para ver lo que me iba a encontrar,
en los diálogos, en las situaciones, en la propia narración. Siempre había
sorpresas.
Lo primero que llama la atención en La cabeza
de Diana es la calidad de su prosa, algo que no es habitual en este tipo de
novelas ¿No te pareció una apuesta arriesgada a la hora de desarrollar una
historia en la que normalmente los lectores buscan una lectura ágil y poco
complicada?
No es una cuestión de virtuosismo. La caligrafía
depende del pulso, pero el estilo sale del corazón. Después de haber leído a
Borges o a Lorca no me atrevo a componer a la ligera. Casi escribo en legítima
defensa. Pero es que además la lengua española posee una riqueza extraordinaria.
Ojalá las futuras generaciones la reciban tan brillante y hermosa como nos
llegó a nosotros.
Por otro lado, para mí no existen novelas de género,
sino buenas novelas. Supongo que escribo para cualquiera que desee pasarlo bien
leyendo.
A pesar de emplear una narración en tercera persona
llega un punto en que otorgas a Emma Wells la voz narrativa, ¿qué buscas con
este cambio?
Emma tenía que poseer la suficiente profundidad
para soportar los virajes de su aventura sin desfallecer, requería cierto valor
físico o tenacidad si prefieres, y además para mantener vivos sus recuerdos.
Por eso me preocupé de creer en ella, de sentir como ella, de tomar partido y
ver el mundo a través de sus ojos. Desde el principio supe que Emma iba a ser
mi verdadero reto, la baza que podía llevarme al fracaso o al éxito. Y creo que
logré conocer al personaje hasta el punto de dejarla narrar por sí misma muchos
capítulos. Porque la sentía viva y palpitante. Creo que también sucumbí un poco
a su personalidad, que me arrolló.
A lo largo de las páginas nos encontramos
unos protagonistas que podríamos definir como complejos. ¿Qué es para ti lo más
importante a la hora de crear un personaje?
Que esté vivo. Si no tiene vida propia no merece
la pena el esfuerzo de crearlo. Aunque sea un camarero que sólo aparece un
instante. No he conocido a nadie que no pueda darme siquiera una línea. Por
cierto, una profesora de literatura me comentó que en esta novela todos los
personajes principales simulaban ser lo que no eran. Describió la trama como un
juego de fingimientos y espejos. Me impresionó el comentario.
¿Por qué decidiste dar el protagonismo a una
mujer y qué fue lo más difícil a la hora de desarrollar su personalidad?
Cuesta imaginar a un hombre que se deje llevar
sólo por sus sentimientos. Me pareció más natural que lo hiciera una mujer
(perdona si me atrevo a decir que las mujeres son más generosas, más
intuitivas). He leído esas opiniones reprochándole a Emma que abandone su papel
de madre y puedo replicar que era muy fácil describir a Emma sin hijos o
incluso viuda, para que nada se interpusiera entre ella y su deseo, hubiera
sido de lo más cómodo escribirlo, pero no era eso lo que yo pretendía. Quería
dejar bien claro que la pasión no hace prisioneros, sino que arrambla con todo.
De todas formas, Emma no rompe con su vida. Sólo va a
Londres a cumplir una misión concreta, con intención de no quedarse allí más de
una semana, que es el tiempo que transcurre. Claro que era peligroso ir a
Londres, pero eso le ocurría a todo el mundo: millones de mujeres hacían su
trabajo durante la guerra. Lo que Emma se encuentra de pronto es la posibilidad
de volver a ver su antiguo amor y se plantea el viaje como una especie de voladura
controlada, un experimento para probar a qué sabe esa libertad. Sólo quiere
volver a sentir, aunque sea por unos instantes, aquella magia de su juventud.
Pero la investigación la va implicando más y hay un momento en que la propia
novela se autodefinirá como la historia de una vida paralela a la que llevaba
Emma Wells, donde habría tomado otras decisiones. Por eso la considero una
novela sobre la pasión, y no sólo de la protagonista, sino también de otros,
como el inspector Roger, o el capitán Laredo, o Vivien.
Creo que somos varios los lectores que nos
hemos quedado con ganas de descubrir más detalles del misterioso Alonso Bando,
¿descubriremos algún día su historia de amor con Emma aunque sea a través de
otra novela? ¿has considerado esta posibilidad?
Escribí un epílogo de dos capítulos con toda la
historia completa de Alonso Bando, o al menos un buen resumen de ella. Pero me
di cuenta de que la historia ya había concluido con el juicio del capitán en
España y añadir más información sólo le daba a la historia un anticlímax. Queda
mejor la promesa aérea de Alonso Bando, sugerir su personalidad. Ya sé que
resulta muy atrayente, tenía que ser encantador para justificar la aventura de
Emma. Es verdad que merecía más. Tal vez su ausencia personificaba mejor
que otra cosa la injusticia suprema que puede infligir la guerra.
El libro se sitúa en Londres durante la
Segunda Guerra Mundial, ¿por qué decidiste ambientarla en esta época?
Esencialmente porque la conocemos todos, porque
hemos visto cientos de películas y libros sobre ese período y no requería
demasiado esfuerzo comprender a su gente. Todos podemos identificarnos con esas
personas.
¿Te costó mucho el proceso de documentación?
Al contrario, fue muy interesante. De todas
formas, sólo necesitaba un telón de fondo para la trama, aunque por simple
deportividad tuve en cuenta las fechas de los bombardeos de la semana en que
transcurre la historia. Hice que las aventuras de Emma en
Londres culminaran el domingo 15 de septiembre de 1940, el famoso día de
la batalla de Inglaterra. Nunca más sufriría Londres un ataque diurno de esas
proporciones.
Muy importante también en esta obra la cabeza
que da título a la misma ¿qué nos puedes contar sobre ella?
A la historia sólo le faltaba una excusa, un
detonante para ponerse a caminar. Y lo encontré cuando supe que habían
encontrado la cabeza de una diosa romana en Itálica, junto a Santiponce. Me
puse en contacto incluso con la arqueóloga que dirigió el hallazgo. Imagínate
lo que será una ciudad abandonada durante mil años. Hasta de niño me intrigaba
ver esas piedras antiguas en medio de los montes y los campos. Tenía alguna
anécdota familiar que podía trasladar a la novela y sobre todo me fascinó la
belleza serena de ese rostro de piedra.
¿Cuál crees que es la clave para que una
novela tenga éxito?
Las novelas que superan el paso del tiempo, como
Tom Sawyer u Oliver Twist, lo hacen sólo por su calidad, porque crean
situaciones y personajes que siguen vivos. Pero el presente no posee ese tamiz
selectivo y creo que el éxito depende más de la suerte o de la publicidad En el
caso de La cabeza de Diana, su buen resultado está dependiendo del boca a boca.
En lo que todo el mundo está de acuerdo es en su calidad, en reconocer que hay
mucho trabajo en ella. Y eso ya me gratifica.
Con respecto a la publicación La cabeza de
Diana, ¿te costó mucho encontrar una editorial?
Pues no sabía qué hacer cuando terminé de escribirla
Había escrito dos novelas finalistas de concursos que seguían sin publicarse.
Así que me aconsejaron mis amigos buscar una editorial sevillana. El director
de Guadalturia leyó la novela y tuve suerte de que le gustara.
Relacionado con esto, ¿cómo ves el mundo
editorial en España?
Se publican muchas cosas y eso afecta a la calidad.
Tengo en casa libros que no me dicen nada y no sé muy bien cómo desprenderme de
ellos. Hay un simpático cuento de Augusto Monterroso titulado Cómo me deshice
de quinientos libros, sobre eso.
¿Crees que es difícil dar a conocer la obra de
un autor hoy en día?
Gracias a Internet, todo el mundo tiene una
oportunidad. Hay muchos blogueros generosos que se ofrecen a reseñar libros.
Eso nos da a muchos la posibilidad de darnos a conocer.
En tu caso particular, ¿qué medios
utilizas o qué actividades has llevado a cabo?
Hasta que no terminé la novela no sabía nada de esto
de la publicidad. El editor me puso en contacto con algunos blogs y algunas
revistas. El resto ha dependido ya de vuestras opiniones, que hasta ahora han
sido muy positivas, lo cual os agradezco mucho.
Hablemos de las nuevas tecnologías. ¿Cuál es tu
opinión respecto a la publicación digital, estás a favor de los libros
electrónicos?
Como lector me atrae más el libro en papel, me gusta
tocarlo, hojear, marcar las páginas, que le dé la luz del sol a los párrafos.
La luz de la mañana sobre una página es una bendición.
¿Podemos encontrar La cabeza de Diana en ebook o
solamente está disponible en formato físico?
La editorial sólo lo ha publicado en papel, pero
no sé si algún día encontrará atractivo otro formato. Supongo que dependerá de
la demanda.
Por lo que se refiere a tus preferencias,
¿qué lecturas o escritores se encuentran entre tus favoritos?
Cervantes (su uso de la ironía es incomparable,
imposible de imitar), Dickens, Mark Twain, Truman Capote…
¿Cuál ha sido el último libro que has leído? ¿Nos lo
recomendarías?
Un libro titulado Menos que uno, de Joseph Brodsky.
Son unos ensayos sobre su juventud y sus autores preferidos. Brodsky era un
poeta ruso que se nacionalizó norteamericano y ganó el premio Nobel, siendo el
galardonado más joven desde Kipling. Lo recomiendo a todos, porque es muy
interesante.
Y ya para terminar, ¿tienes algún nuevo proyecto
en proceso?
Ando con una novela de aventuras que no sé
cuánto tiempo me va a ocupar. En primavera voy a publicar una novela titulada
Regreso a Venecia. Espero poder contarte más detalles pronto.