Nuevo mes, nueva entrevista. En esta ocasión el protagonista es
Miguel Ángel Badal, autor de
El señor de Lordemanos, novela histórica que reseñé hace unas semanas en el blog, podéis leer la reseña
aquí. Vamos a profundizar un poco en su novela y a conocerle un poco mejor, espero que os guste, es un poco extensa pero había muchas cosas que contar...
En primer lugar, ¿puedes hablarnos un poquito sobre quién es Miguel Ángel Badal?Bueno, Miguel A. Badal es sencillamente un escritor joven que acaba de publicar su primera novela, y que siente una gran pasión por la Historia y la narrativa histórica. Nací en Valencia en 1978, aunque me considero originario de Cañete (Cuenca) y La Puebla de Valverde (Teruel), que es donde se hunden mis raíces. “El Señor de Lordemanos” es mi primera novela, aunque previamente he tenido oportunidad de publicar diversos relatos y novelas cortas en diferentes obras conjuntas. También he escrito numerosos artículos, crónicas y reseñas, principalmente de temática histórica, en diferentes medios, como la revista Medieval o el diario El Día de Cuenca.
Además de escribir eres profesor de primaria y recreacionista, ¿cómo compaginas todas estas actividades?
A veces es un poco complicado, pero siempre hay tiempo para todo. Mi horario de trabajo no es demasiado amplio y los fines de semana aprovecho siempre para viajar y, cuando es posible, acudir a algún evento recreacionista. Mis aficiones, de alguna forma están interrelacionadas, porque, tanto al escribir novela como al recrear, intento ser lo más ilustrativo y didáctico posible, y eso hace que sea todo un poco más fácil.
Para aquellos que no sepan exactamente qué es el recreacionismo, ¿nos puedes explicar brevemente en qué consiste? La recreación histórica es una forma de reconstruir o revivir algunos acontecimientos de nuestro pasado histórico. Para quienes tienen oportunidad de verlo desde fuera es una especie de museo vivo muy ilustrativo acerca de la época histórica que se recrea. Para quienes lo vivimos desde dentro es una gratificante experiencia que nos permite meternos en el rol de campesinos, nobles, clérigos, artesanos, etc. de otra época histórica. Para ello es necesario disponer de ropa y complementos de la época, fabricados según las técnicas del período reconstruido y con los materiales apropiados.
Actualmente pertenezco, junto con mi mujer, al grupo recreacionista CONCA, con el que hemos tenido la oportunidad de participar en eventos recreadores del siglo XII y XIII. El momento histórico que da sentido a nuestra experiencia es la conquista de Cuenca, en el año 1177, y esa es la fecha que nos sirve como marco de referencia a la hora de preparar nuestras indumentarias, nuestros utensilios de cocina, armamento, etc.
¿Cómo y cuándo supiste que querías ser escritor?
Desde siempre. Mi padre era poeta y yo siempre quise ser como mi padre. Mis primeras poesías las compuse con ocho o nueve años, aunque era muy exigente conmigo mismo y siempre acababa rompiéndolas porque consideraba que eran infantiles. La verdad es que jamás se me ha dado del todo bien la poesía, aunque siempre he intentado poetizar y embellecer al máximo mi prosa. Con 14 o 15 años ya colaboraba en revistas y fanzines de música, escribía ensayo y ya hacía mis primeros pinitos escribiendo narrativa histórica. Sí es cierto, no obstante, que a los 24 o 25 años decidí hacer una especie de borrón y cuenta nueva. Dejé de pensar que escribir e investigar era una mera afición para plantearme en serio lo de alcanzar determinadas metas. En 2004 conseguí mi primer accesit por uno de mis relatos y comprendí que merecía la pena dedicarme a ello en cuerpo y alma.
¿Tiene algo que ver tu trabajo como profesor con tu vocación literaria?
Evidentemente. Siento una gran vocación didáctica en todo lo que hago, tal y como ya he dicho, y entiendo mi trabajo como una forma de aprendizaje continuo. Aprender para enseñar es casi mi lema de vida, y eso se refleja claramente en mi labor literaria. La tarea de documentación es ese proceso de aprendizaje y, evidentemente, el texto resultante tiene que ser ilustrativo en muchos aspectos. Siempre he pensado que puede ser tu profesor no solo el que conoce a fondo una materia, sino todo aquel que lleva un paso dado más que tú en cualquier aspecto de la vida. Las personas de las que más he aprendido no tenían títulos universitarios precisamente, pero sí curiosidad y ganas de conocer el mundo que nos rodea. Querer conocer para mostrar e ilustrar es la experiencia más gratificante y emocionante que conozco.
¿Le dedicas mucho tiempo a la escritura?
Todo el que puedo y mis distintas ocupaciones me permiten. Mi mujer es muy comprensiva y sabe que es algo vital para mí, lo cual me facilita bastante la posibilidad de dedicarle más tiempo. Puedo pasarme tardes enteras investigando o tecleando. Incluso levantarme de la cama a horas intempestivas y ponerme a la faena, sencillamente porque el cuerpo me lo pide. He llegado a comer con el plato sobre las piernas y los dedos en las teclas. Personalmente pienso que para que algo sea bueno necesita sobre todo mucha dedicación. No escatimar en tiempo puede ser la clave para conseguir que la gente valore finalmente tu trabajo.
Y a la hora de escribir, ¿tienes alguna manía? ¿Sigues una rutina establecida o te basas en la inspiración del momento?
No sabría decirte. Soy muy rutinario, pero mis costumbres van variando según la época. Me gusta tener un buen tazón de café cuando estoy pensando e imaginando. Eso, desde luego, es lo que no cambia nunca. Por lo demás, sólo decirte que me gusta escuchar música cuando escribo y, si es posible, que guarde algo de relación con el tema que estoy tratando. Es muchísimo lo que la música llega a influenciarme, y hay pasajes de mi novela que guardan relación directa con canciones concretas. Siempre sigo una rutina más o menos establecida, pero la creatividad es algo que viene y va. Por eso aprovecho los momentos poco creativos para investigar, buscar y hacer esa parte más dura del trabajo.
¿Qué es lo más gratificante de escribir?
Escribir en sí ya es gratificante. Cuando era pequeño me pasaba el día inventando historias, soñando con aventuras increíbles que vivía en primera persona, vibrando con todas aquellas sensaciones. Ahora, sencillamente, escribir me permite dar formato a todo eso, plasmarlo en el papel, y de alguna manera capturar esa abstracción y convertirla en algo material. Eso en sí, como te digo, es muy gratificante. Ver terminado el trabajo, por otra parte, es una sensación increíble, especialmente cuando llevas varios años invertidos en el proyecto; pero reconozco que la sensación insuperable es cuando obtienes retroalimentación de ese acto comunicativo que es escribir. Es decir, cuando alguien viene y te habla de tu novela, de las sensaciones que le ha generado, de cómo ha vivido cada una de las situaciones y ha imaginado a tus personajes. Es una sensación emocionante.
Como escritor de novela histórica, cuéntanos, ¿qué época de la historia es tu favorita?
La Edad Media. Crecí en una villa amurallada y coronada por una fortaleza roqueda, y pasé dos años interno en un convento del siglo XVI asentado sobre un viejo castillo medieval. Después pasé mi vida estudiantil en Cuenca, disfrutando cada fin de semana de su maravilloso casco histórico. Creo que no hace falta que te diga más.
Y si tuvieses qué escoger un personaje histórico, ¿con cuál te quedarías?
Bueno, realmente tengo muchos. Mi madre me compró la Historia Regum Britanniae de Geoffrey de Monmouth cuando apenas tenía 14 o 15 años y desde entonces siento una verdadera fascinación por la figura del rey Arturo, pero no el Arturo de las novelas o del cine, sino el personaje original, el caudillo britano-romano que venció a los anglosajones en doce ocasiones. He dedicado mucho tiempo de mi vida a rastrear su presencia en los textos latinos anteriores al siglo XII y en la épica galesa, independiente de los romances franceses y las posteriores versiones inglesas de la leyenda que todos conocemos. Luego hay muchísimos protagonistas de la historia que me fascinan como el celta Vercingetorix; el anglosajón San Oswald, sobre el que he tenido oportunidad de escribir e investigar; el rey vikingo Olaf de Noruega; el cruzado Pedro González de Lara; Fortunio de Tena, conquistador de las sierras conquenses, sobre el que me hallo investigando en estos momentos, o el genial poeta Jorge Manrique. También hay personajes de la historia más reciente que me resultan cautivadores, como el escritor León Tolstoi o el carismático libertario Melchor Rodríguez. Eso sí, te advierto que prefiero que los protagonistas de mis novelas y relatos sean personajes poco conocidos o, en todo caso, ficticios; aunque siempre haya abundantes personajes reales que participen en la trama. Es probable que alguno de los que te he mencionado se deje caer algún día por las páginas de alguno de mis relatos.
¿El señor de Lordemanos es tu primera obra o habías escrito alguna más anteriormente?
Es la primera novela que consigo terminar y publicar. No es, en cualquier caso, la primera que comencé a escribir. Sí que anteriormente había compuesto y publicado diversas novelas cortas y relatos breves, también históricos, ambientados en épocas y marcos contextuales tan dispares como el siglo X, la conquista de la Sierra de Cuenca, la incidencia de la peste negra en esta área geográfica o la batalla de la Higueruela en el siglo XV.
¿Cómo surgió la idea de esta novela? ¿Por qué Galicia y el medievo?
Tenía muchas ganas de escribir acerca de las incursiones escandinavas en territorio gallego. De hecho, mi primer relato publicado, Lucero de Piel Atezada, versaba acerca de las incursiones vikingas en Al-Andalus durante el siglo X. El tema me apasiona y había figuras históricas del período, como Ulv-Gallica o Ulfo El Gallego, que me parecían fascinantes. Recuerdo cierto pasaje de El Mozárabe, de Sánchez Adalid, en el que se relataba el encuentro del obispo gallego Sisnando con los vikingos en el predio de Fornelos, y el tema me parecía del todo sugerente. Eso sí, cuando comencé a trabajar en El Señor de Lordemanos estaba convencido de que el fruto resultante sería otra novelilla corta, que era el formato que más me atraía en esa fecha. Jamás me imaginé que tres años después tendría una novela de trescientas páginas en la mano.
¿Qué querías transmitir con esta obra?
Más que transmitir quería hacer que el lector se sintiese completamente trasladado a la época. Me parecía que embarcarse en el proyecto de escribir una novela era mucho más que construir una historia sugerente. Tenía claro que quería dar importancia al contexto de la trama y al lenguaje con el que quería relatar dicha historia. Todo el valor del relato pasaba porque el marco fuese creíble al lector y sirviese para integrarlo en la época y el espacio geográfico, sin olvidar la importancia del valor literario que debe caracterizar a cualquier novela que se precie.
Y respecto al proceso de escritura ¿cómo fue? ¿Qué es lo que te resultó más complicado?
Creo que la palabra que mejor define el proceso es “complejo”. Lo más difícil siempre es no ser anacrónico, conseguir que la historia se apropiada y se adapte adecuadamente a la época, que la mentalidad y la forma de expresarse de los personajes no arroje al lector fuera del marco contextual, que todo sea creíble en definitiva. No soporto adquirir una novela atraído por la época o el contexto geográfico en el que se enmarca y comprobar que está narrada de forma que la trama y los personajes pudieran trasladarse a otros marcos temporales y territoriales completamente distintos sin que la historia se vea pervertida. Tampoco me gusta el anacronismo constante en el que incurren numerosas novelas llamadas históricas. Es evidente en todo caso que es imposible no serlo. Conocer la mentalidad de personas que vivieron hace mil años es harto complejo, pero se puede apreciar la abismal diferencia entre quienes se esfuerzan por conocer, comprender y reproducir esa mentalidad y quienes proyectan despreocupadamente a personajes de corte actual sobre épocas pasadas. Lo difícil, en definitiva, es conseguir que tu trabajo sea comprometido con el pasado cultural e histórico que intenta reproducir.
El señor de Lordemanos es una obra muy compleja, ¿cuánto tiempo te llevo escribirla?
Digamos que desde que la empecé hasta que la llevé a término pasaron tres años, aunque evidentemente no le dediqué una exclusividad absoluta durante ese tiempo. Fueron tres años bastante productivos que además hube de combinar con el trabajo.
La novela cuenta con una enorme labor de documentación, ¿cuánto tiempo de investigación necesitaste?
Prácticamente la labor de documentación duró los tres mismos años que invertí en la composición de la novela, si bien es cierto que ya conocía el tema en profundidad de antemano y ya tenía bastante camino recorrido.
Y en esta fase previa, ¿qué proceso sigues a la hora de documentarte? ¿Te organizas de alguna manera?
Realmente, como te digo, la labor de documentación no se extiende solo durante la fase previa. Incluso recuerdo haber leído dos o tres de los libros que aparecen en la bibliografía con el texto prácticamente finalizado, simplemente para corroborar datos. Suelo hacer un listado dividido en bloques temáticos con los libros/artículos que tengo, que puedo conseguir o que debería localizar para conseguir el nivel de eficacia que deseo. Luego ya es ponerme a leer y trabajar vorazmente, alternando los momentos de escritura e investigación.
En la novela se mezclan los hechos reales con algunos fruto de la ficción, ¿Cuánto hay de real y de histórico en “El señor de Lordemanos”?
El contexto de la novela es absolutamente histórico y hay muchos personajes como Cresconio, Rodrigo Romaniz o el conde Ulfo que son reales. Luego, como es habitual en toda novela, tiene que existir siempre una parte de ficción que se entremezcle con la realidad histórica y que, sobre todo, sea creíble. En ese sentido aparecen varios personajes ficticios como Torvaldo o Teodegoncia que van dando sentido a la trama. También se ha recurrido a la ficción a la hora de crear aspectos desconocidos de los propios personajes históricos, aunque siempre buscando situaciones semejantes y arquetipos conocidos en esta época. No es un período de la Historia demasiado conocido y eso siempre da un poco más de juego. Eso sí, al final de la novela decidí incorporar un extenso apéndice con el fin de que el propio lector comprobara de primera mano que hechos se ajustan a la veracidad histórica y cuáles son puramente ficticios.
La novela está escrita con un lenguaje muy cuidado, encontramos topónimos, términos propios de la época, latín... ¿por qué decidiste respetar este vocabulario?
Bueno, realmente por muchos motivos que llevaría mucho tiempo explicar. Sí que es cierto, no obstante, que una de mis obsesiones era intentar reproducir con la mayor fidelidad posible la mentalidad de la época, algo que ciertamente resulta muy complicado, como ya he dicho. En ese sentido, creo que existe una clara relación entre el pensamiento y el lenguaje, y pienso que una manera muy adecuada de intentar profundizar en la mentalidad del hombre medieval es a través del vocabulario. Si quisiera escribir una novela ambientada en mi pueblo en las décadas precedentes a la Guerra Civil, por ejemplo, haría que los personajes utilizasen expresiones típicas de la zona y emplearan ese vocabulario que nosotros hemos llegado a conocer de niños y que, desgraciadamente, está condenado a perderse en la actualidad. Hacerlo de otro modo no sería creíble. Aplicar el mismo método a una historia del siglo XI es prácticamente imposible –el resultado sería una novela totalmente incomprensible-, pero sí juzgo necesario hacer un pequeño guiño que permita darle una mayor credibilidad al relato y ayude al lector introducirse en la piel de los personajes del período.
Uno de los aspectos que sorprende es que su protagonista sea un obispo. ¿Qué te llevó a escribir la novela desde este punto de vista?
Sencillamente me parecía original. No es muy habitual que un obispo sea el protagonista de una novela, aunque recientemente he visto que se ha publicado algún título más este año con un prelado como personaje principal. Este tipo de personajes no son nada cómodos a la hora de participar en su proceso creativo, pero al tiempo permiten expresar otro tipo de emociones y sentimientos que sería complicado manifestar con personajes de otra naturaleza.
La obra está narrada en dos tiempos y la división entre ambas narraciones la consigues principalmente a través del narrador ¿Por qué elegiste alternar la primera y tercera persona en el narrador?
Elegí la primera persona por diferentes motivos. El hecho de que Cresconio recupere su pasado al escribir la historia del doble milagro de San Pascentio exigía evidentemente la primera persona, pero también me parecía la manera más adecuada de poder ilustrar los pensamientos del protagonista y, en consecuencia, plasmar la mentalidad del periodo. El momento “presente” en el que el obispo está recogiendo su historia por escrito, está narrado mayoritariamente en tercera persona equisciente –salvo en momentos puntuales como el epílogo-. Evidentemente no era adecuada la primera persona en esta parte narrativa, pero no quería renunciar a hacer que toda la historia girara en torno a Cresconio, sus pensamientos, vivencias, experiencias y cómo el pasado va influyendo y determinando su realidad presente. Por lo demás creo que alternar varios tiempos narrativos da cierto dinamismo a la historia y no deja de ser un reclamo constante de la atención del lector sobre el texto.
Los lordemanos que conocemos en el libro se alejan de la visión actual que tenemos de los vikingos, ¿A qué se debe esta visión que ha ido surgiendo a lo largo del tiempo?
La verdad es que no lo sé a ciencia cierta. Es evidente que la visión actual se halla inspirada en la época del romanticismo y de la puesta en escena de las óperas de Wagner. No obstante, ignoro de dónde salen tópicos tan poco lógicos como el hecho de que se les represente siempre con cuernos en los cascos. Jamás se ha encontrado un yelmo con las características habituales que conocemos de películas, cómics o ilustraciones. Tampoco eran tan incivilizados como se les pinta. Eran gentes muy astutas y audaces, y tremendamente disciplinadas en el combate. Se les recuerda por sus saqueos e incursiones constantes, pero no es menos destacable el hecho de que fueran excelentes exploradores –Leif Ericksson desembarcó en la costa canadiense quinientos años antes de que Colón llegara a América- y mejores comerciantes. Desgraciadamente, los únicos capaces de dejar un testimonio escrito sobre ellos eran los cronistas cristianos que, como sabemos, eran principalmente los mismos religiosos que sufrían sus latrocinios. De ahí la imagen de verdaderos demonios.
¿Qué te impulsó a presentarla al premio CajaGRANADA de Novela Histórica? ¿Qué sentiste al saber que era finalista? Te engañaría si te dijera que confiaba en mis posibilidades. Tenía en mente enviarla a algún certamen mucho más modesto y localizado. Conocía el CajaGranada y sabía que acababa de irrumpir en el panorama convirtiéndose en el premio literario dedicado a la novela histórica mejor dotado económicamente. En consecuencia pensaba que sería un certamen muy atractivo para los más grandes autores del género, con la posibilidad además de conseguir contrato en Grijalbo y precisamente en el segundo año, que suele ser el de confirmación. Sinceramente, no se me habría ocurrido jamás enviar la novela a un certamen con esas características. Al final cedí ante la insistencia de mi madre y mi esposa, convencidas ambas de que merecía la pena intentarlo. Confieso que cerrado el plazo de recepción de manuscritos busqué información por Internet y me desanimé totalmente al ver que se habían presentado 315 obras. Me parecía una completa locura. A partir de ahí te puedes imaginar lo que pasó por mi cabeza cuando recibí una llamada de los organizadores para comunicarme que era uno de los tres finalistas y que debía acudir a la cena-gala que se iba a celebrar en Granada con motivo de la proclamación del ganador. En Granada la gente se interesó por mí al saber que era uno de los finalistas y le sorprendía mucho a todos cuando les aseguraba que no tenía ninguna novela publicada. Por lo demás, fue muy especial el momento en el que se desveló el nombre del ganador del certamen, ya que Jesús Maeso de la Torre siempre ha sido uno de mis referentes literarios.
La novela se presentó oficialmente el pasado 30 de julio en Cañete (Cuenca), ¿cómo ha sido la recepción por parte del público en este tiempo? ¿Ha tenido buena acogida?
Es difícil saber cómo la está recibiendo el público a un nivel general, pero sí puedo hablarte de aquello que vivo, conozco o me llega de primera mano. En ese sentido, he visto que mucha gente se interesaba por la novela en diferentes puntos de la Península y, entre quienes la han leído ya, se están generando muy buenas críticas. La gente valora que sea una novela diferente y, sobre todo, que el texto tenga algo que aportar.
La novela está publicada por De Librum Tremens ¿cómo ha sido el proceso de publicación? ¿Te resultó difícil encontrar una editorial que quisiera publicar tu libro?
Todo ha sido realmente fácil con De Librum Tremens. Ellos se interesaron desde el momento en el que les envié el manuscrito y, ciertamente, yo tenía también gran interés en esta editorial, pues me identifico en buena medida con su filosofía de apostar por nuevos valores y de apreciar las obras por su calidad y compromiso histórico, y no únicamente por su viabilidad comercial. Puedo decirte que ha habido otras ofertas interesantes, pero De Librum me pidió tiempo para valorar la novela en profundidad antes de que firmásemos con otra editorial y yo lo concedí convencido de que era una de las mejores opciones. Por lo demás, no creo que sea necesario que te cuente como está actualmente el mercado editorial. Difícilmente las grandes editoriales se fijan en nuevos valores ni arriesgan con nada que no les vaya a suponer un beneficio económico garantizado. En ese sentido, es una pena que primen a veces más los intereses comerciales que la calidad y validez de las obras.
¿A qué tipo de público piensas que puede interesar?
Sobre todo a los amantes de la novela histórica tradicional, y creo que también a los amantes de la Historia en general y de la Edad Media en particular. Al menos ese es el tipo de público al que va dirigida. No obstante he de decir que he recibido buenas valoraciones de personas a las que no les agrada demasiado la novela histórica e incluso de gente a la que ni siquiera le gusta la Historia, lo cual no deja de ser sorprendente para mí. Incluso hay quien me ha dicho que se ha reconciliado con el género gracias a mi novela, después de diversas frustraciones con diferentes obras que, presentándose al público como novelas históricas, adolecían del contenido suficiente para ser consideradas tal.
¿Cuáles piensas que son las claves del éxito de una novela histórica?
Depende de lo que entendamos por éxito. Si el éxito se mide por el volumen de ventas de la novela, la verdad es que lo ignoro. Hay trabajos con una calidad sublime que ciertamente merecen el calificativo de obras maestras y que han alcanzado el éxito comercial, pero también novelas que adolecen de contenido, fuerza e incluso belleza literaria que también lo han conseguido. Considero por tanto que ese tipo de éxito depende más de las estrategias comerciales y del asesoramiento de quienes conocen el funcionamiento de agencias literarias, editoriales, etc. que del verdadero trabajo realizado por el autor.
Por otra parte, si por éxito entendemos el que la novela goce de cierto reconocimiento, al margen de las ventas, las claves son otras muy distintas. Yo personalmente creo que el lector es en realidad una persona muy exigente, y que se deja seducir por los trabajos que tienen calidad, contenido y gran belleza estética. No sería gratificante para mí vender decenas de miles de libros y que la mayoría de mis lectores consideraran mi novela un simple “pasaratos”. En consecuencia creo que la clave está en cuidar al máximo cada uno de esos aspectos, invertir mucho tiempo y, sobre todo, trabajar el texto con mucho mimo y atención. Hace poco escuché decir al escritor Sebastián Roa que el novelista debe esforzarse por escribir aquella historia que le gustaría encontrarse en el anaquel de una librería, y eso es al menos lo que yo he pretendido, escribir la novela que me hubiese gustado comprar y leer, y lo he hecho de la manera más honesta posible.
¿Te consideras escritor de historia o cambiarás de rumbo en próximas novelas?
Nunca se puede decir “de este agua no beberé”, pero la verdad es que de momento me siento muy a gusto creando narrativa histórica. Sí que es verdad, no obstante, que recientemente he hecho alguna pequeña incursión al relato fantástico, y que he tenido la oportunidad de publicar varios microrelatos que nada tienen que ver con lo que hago habitualmente, pero no me he planteado jamás cultivar otro género en una novela completa.
También nos gustaría conocer tu opinión, como escritor ¿cómo ves el panorama literario actual?
Si te soy honesto, no creo que sea la persona más adecuada para hacer una valoración acerca del panorama literario actual. Como puedes imaginar, leo abundante novela histórica, aunque principalmente ocupo mi tiempo de lectura con libros de investigación histórica, biografías, etc. Es muy poco lo que leo perteneciente a otros géneros literarios. Sí que soy consciente, no obstante, de que se publica mucho y se lee muchísimo –aunque no sea todavía suficiente-, y eso creo que sin duda es bueno para todos.
¿Y el de la novela histórica en particular? ¿Es un género valorado por los lectores?
Sobre la novela histórica tengo sensaciones encontradas. Soy un gran amante del género desde muy jovencito y he visto en los últimos años como muchísima gente se ha interesado por este tipo de novelas a raíz de la publicación de diferentes títulos de reconocimiento internacional. Ello es bueno a priori, pero ha incidido en detrimento de la concepción clásica de la narrativa histórica. Podemos decir que una buena parte de lo que hoy se vende con la etiqueta de novela histórica es en realidad narrativa perteneciente a otros géneros en la que la historia es un mero pretexto para la acción. Hay, por ejemplo mucha novela de aventuras identificada con la histórica simplemente por el marco temporal y geográfico en el que se encuadra la acción –contexto que en ocasiones es trabajado únicamente de forma superficial-; mucha novela de enigmas y misterios de escaso rigor histórico, y también, cada día más en auge, novelas de tipo policíaco. Esta mezcla de géneros no es mala en absoluto. Una buena novela de aventuras, con una buena dosis de carga épica, enmarcada en un contexto plagado de batallas, de viajes extenuantes o de navegaciones extremas puede llegar a ser muy sugerente, pero siempre si va acompañada de un buen trabajo de investigación, de una recreación adecuada del marco contextual y del esfuerzo del autor por introducir al lector en esa época, y no simplemente en la acción. De lo contrario ya no hablamos de novela histórica. Podemos decir, en consecuencia, que se editan y venden muchas novelas etiquetadas como históricas, pero que, ciertamente, la novela histórica de siempre, aquella que busca enmarcar la acción en unos hechos históricos verídicos y que pretende aportar una visión realista acerca del modo de vida y del sistema de valores y creencias, tiene cada vez menos cabida en el anaquel que le corresponde en toda librería que se precie.
Como administradora de un blog literario me interesa conocer tu opinión respecto a este tipo de blogs, ¿crees qué son un medio positivo en la difusión de la literatura?
Creo que es un medio fundamental y, algo que me agrada especialmente, independiente de los grandes medios y de las empresas del sector. Cuando leo la crítica o la reseña de una novela en un blog estoy plenamente convencido de que la persona que la firma está siendo completamente sincera y honesta. No me ocurre lo mismo, en cambio, cuando leo la misma reseña en una revista especializada que recibe publicidad de las mismas editoriales que envían las novelas que son comentadas. Aquellos espacios patrocinados no dejan de estar subyugados a los intereses comerciales de las propias empresas que pagan. Por el contrario, un blog es una espacio de opinión libre, donde tú expresas lo que piensas realmente y otros pueden dejar sus propios comentarios. Por eso, no creo que sean simplemente un medio positivo, considero que son un medio esencial y estrictamente necesario.
¿Tienes algún nuevo proyecto en marcha?
Tengo varios. Uno de ellos a punto ya de obtener su forma definitiva. La verdad es que han pasado ya dos años desde que terminé “El señor de Lordemanos” –se presentó al CajaGranada en octubre de 2009-, lo que me permite tener muy avanzada mi segunda novela en la actualidad –veremos, eso sí, cuánto tiempo tarda también en ver la luz-. Por lo demás, la mente no deja nunca de trabajar y yo soy una persona a la que le cuesta mucho centrarse en una única idea.
Ha sido un placer leer tu novela y tener la oportunidad de entrevistarle. Muchas gracias y mucha suerte en el futuro.