Título: El jardín de la oca
Autor: Toti Martínez de Lezea
Editorial: Círculo de Lectores
Año: 2009
ISBN: 978-84-6723-503-6
Nº de páginas: 353
Opinión El jardín de la oca
Toti Martínez de Lezea es una autora de cuyas obras he visto muy buenas opiniones en los diferentes blogs que sigo y por eso tenía muchas ganas de estrenarme con ella. Descansaba en la estantería desde hace bastantes años El jardín de la oca, adquirido a través de Círculo de Lectores, por lo que me decidí por este título a pesar de que novelas como La calle de la judería o La universal me atraían más.
El comienzo de El jardín de la oca nos sitúa en el año 1252 en Nájera, donde el médico judío Ezequiel Falaquera acude al monasterio de la localidad para atender a un religioso francés con graves quemaduras en las manos. Así conocerá a Robert Lepetit, un inquisidor dominico expulsado de la Orden y excomulgado que ha peregrinado a través de toda Francia manteniendo en su poder un extraño pergamino en el que aparece un jardín de la oca, ilustración que para unos es un simple juego de entretenimiento y para otros una réplica del Camino del Señor San Yago, mientras que Ezequiel piensa que puede tratarse de un tablero de adivinación.
El médico acabará acogiendo en su casa a Robert Lepetit y durante meses se dedicarán al estudio del tablero en un intento de desvelar sus secretos hasta que un día el inquisidor asesine a uno de los amigos de Ezequiel, emprendiendo la huída con un único proyecto en su mente. A partir de este momento sus vidas comenzarán a discurrir de manera paralela, pues mientras Robert Lepetit inicia la ruta hacia Santiago, donde cree que podrá culminar la misión para la que lleva tanto tiempo preparándose, Ezequiel, tras abandonar también Nájera, sigue intentando descifrar el misterio que se esconde tras las casillas del juego, las cuales parecen guardar alguna relación con las encomiendas templarias, contando para ello con la ayuda de Hadi al-Suri, un herbolario musulmán al que conocerá en Burgos.
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Toti Martínez de Lezea (Fuente) |
El resultado de este primer acercamiento a la obra de Toti Martínez ha sido positivo y si bien ya iba sobre aviso de que este no era uno de sus mejores libros, a mí me ha gustado por lo que espero repetir pronto con algún otro título. El jardín de la oca me ha resultado una lectura entretenida y además he disfrutado mucho con la parte que transcurre en León, que fue una de las razones que me llevó en su día a comprarla tras descubrir que estaba vinculada con el Camino de Santiago.
La novela, que se extiende desde el 1252 hasta el 1257, se presenta dividida en capítulos de extensión variable en los que se van alternando diferentes líneas argumentales que giran en torno a los personajes principales. Así tenemos unos capítulos que se centran en seguir los pasos de Robert Lepetit, otros que siguen las aventuras del médico Ezequiel y otros protagonizados por Eder Bozat, un joven agote de Bozate que, aunque movido por otras causas, también emprenderá el camino, quedando vinculado con el resto de figuras. Esta combinación de historias hace que el ritmo que sigue la narración sea ágil y dinámico, contribuyendo a ello que el interés por las diferentes tramas se mantenga equilibrado. Toti Martínez de Lezea emplea un narrador omnisciente que le permite hacernos partícipes de todo lo que está ocurriendo en los diferentes escenarios y el estilo de la autora se caracteriza por el uso de una prosa cuidada, fluida y sencilla que resulta amena y fácil de leer.
Un aspecto que resulta interesante y acertado en El jardín de la oca es la elección de los personajes protagonistas, a pesar de que no se profundiza demasiado en ellos, quizás debido a que este título es una especie de continuación de una novela anterior, El verdugo de Dios, en la que ya aparecen muchos de ellos. Son varias las figuras principales pero resultan fácilmente identificables gracias a que han sido dotados de diferentes personalidades, además de incluir en las primeras páginas una relación de los mismos que nos ayudará en caso de duda. Así seguiremos los pasos de Ezequiel Falaquera, un médico judío que a pesar de tener casi setenta años, presenta un aspecto envidiable y que gracias a su profesión ha obtenido el respeto tanto de sus correligionarios como de cristianos y musulmanes. Gracias a su carácter abierto y cordial entablará amistad con el herbolario musulmán Hadi al-Suri, un hombre similar a él en cuanto a edad y personalidad, lo que hará que juntos emprendan la misión de descifrar el enigma que se esconde tras el tablero del jardín de la oca. Forman una carismática pareja, ganándose el aprecio del lector desde un principio, al igual que ocurre en el caso de Eder Bozat, un joven agote que se dedica a tallar la madera y la piedra y que, a causa de los sucesos vividos en su pasado y del dolor en el que se encuentra sumido, se muestra reservado y distante. Enemigo común de todos ellos será Robert Lepetit, única figura real que aparece en esta novela, y que fue un dominico al que la iglesia acabó excomulgando, representando en esta obra la maldad y dejando patente a lo largo de las páginas el estado demente en el que se encuentra y la exteriorización del mismo a través de sus actos.
Si bien estos cuatro hombres pueden ser considerados los protagonistas del libro, encontramos otras figuras que tienen bastante relevancia como la cátara Alazaïs Gauti; el comendador de la orden templaria de Ponteferrato Bertrand de Garlande o Ugo Ermengol, peregrino profesional pues vive de la caridad de los albergues y monasterios que se encuentran en el camino, a los que se suma una amplia galería de personajes secundarios que van apareciendo en diferentes momentos del camino. Este es uno de los mayores obstáculos que presenta la lectura pues son tantos nombres que es inevitable que surjan dudas sobre la identidad de algunos al no jugar un papel determinante en el desarrollo de la acción.
Como habréis comprobado por lo que he comentado en los anteriores párrafos, cada uno de los personajes profesa una religión diferente, lo cual no es obstáculo para que se relacionen y compartan amistad. En este sentido la obra es un canto a la tolerancia y a la convivencia y es un aspecto que a mí personalmente me ha gustado mucho, pues deja ver la importancia de respetar la posición de los demás y que las diferencias no tienen por que ser un obstáculo a la hora de relacionarse con los demás, entablar amistad u ofrecer ayuda.
Uno de los puntos más flojos en el desarrollo de los hechos, desde mi punto de vista, es que Toti Martínez de Lezea abusa de la casualidad para encajar las piezas en su historia, lo que hace que esta pierda credibilidad. Los encuentros fortuitos se suceden continuamente y, aunque no pongo en duda que en alguna ocasión se puedan producir hechos de este tipo, me parece complicado que lleguen a tener lugar con tanta frecuencia en la vida de un grupo de personas. Creo que en este punto la autora debería haberse esforzado un poco más para encajar los hechos de otra manera en lugar de dejarlo en manos del destino, algo que acaba perjudicando a la historia en su conjunto, al menos desde mi punto de vista.
Por lo que se refiere a la ambientación y contexto histórico en el que se desarrolla El jardín de la oca, son varios los elementos que merece la pena destacar. Por un lado nos situamos en una época en la que conviven cristianos, musulmanes, judíos y paganos, por lo que se reflejan las diferentes culturas, sus creencias, su modo de vida, convivencia o los negocios más importantes, todos ellos aspectos que van dando forma y nos permiten descubrir lo que fue esta época. Toti es una autora que por lo que he visto indicado en las reseñas de sus libros, cuida mucho el contexto histórico y en este caso no es una excepción, encontrándonos con abundantes datos que sin llegar a saturar o aburrir al lector, dan una acertada visión de la atmósfera en la que se desarrolla la trama.
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Iglesia del Mercado León © |
Centrándonos en los escenarios, son varias las ubicaciones por las que los personajes se van moviendo, compartiendo el vínculo de estar situadas en el Camino de Santiago. Aparecen retratadas en mayor o menor medida en función del tiempo que los protagonistas se detienen en ellas y así destacan localidades como Burgos, León o Santiago de Compostela, junto a otros lugares como El valle del silencio o el monte del Gozo. La autora nos mueve por las calles de estas ciudades, mostrándonos su aspecto, los comercios ubicados en ellas o su día a día y, en el caso de Burgos y León, al coincidir la época en la que se sitúa la acción con la construcción de sus catedrales, es este un punto en el que la trama va a incidir, aportándonos información relacionada con dichos trabajos. En relación con todo esto, tengo que hacer alusión a la parte que transcurre en León pues es una de las que más me ha gustado y sobre la que puedo opinar con conocimiento, encontrándome con diversas referencias a calles por las que transito a diario como la Azabachería o monumentos y zonas emblemáticas.
Finalmente, mencionar el título de la novela y su relación con el juego que actualmente conocemos, una cuestión que a mí me ha parecido interesante pues desconocía las diferentes teorías que hay en torno al tablero y el simbolismo atribuido a sus casillas. Toti utiliza como eje de su novela el vínculo surgido de las creencias populares que asocian este juego con el Camino de Santiago, por lo que a lo largo de las páginas iremos indagando en esta conexión y descubriendo la correspondencia de las casillas con las diferentes zonas por las que discurre la ruta.
Como primer acercamiento a la obra de Toti Martínez, El jardín de la oca, a pesar de que afirmen que no es una de sus mejores novelas, ha cumplido mis expectativas y me ha dejado con ganas de repetir con esta autora. Es un libro que nos permite hacer un recorrido por las principales paradas del Camino de Santiago, contando con una buena ambientación y una atractiva trama que, aunque tiene algún punto más flojo, da lugar a una lectura amena y entretenida.
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